Por Nonantzin Martínez
Este 2020, la Federación Mundial de Obesidad junto con organizaciones de salud como la Sociedad Mexicana de Obesidad, llegaron a un consenso y declarado al 4 de marzo como el Día Mundial de la Obesidad.
Hablar de este tema es urgente y necesario, pues es un problema que pareciera estar ganando la batalla: «hasta el momento, ningún país ha logrado revertirla –dice el el Dr. Simón Barquera, Director del Centro de Investigación en Nutrición y Salud del Instituto Nacional de Salud Pública (CINyS– INSP)– a pesar de que sí sabemos cuáles son las acciones que se deben seguir para frenarla».
Los datos de México y el mundo no pueden ser más desalentadores. De acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2018, el porcentaje de adultos mexicanos de 20 años y más con sobrepeso y obesidad es de 75.2% (39.1% sobrepeso y 36.1% obesidad), es decir, 62 millones de personas. El riesgo de que enfermen de diabetes mellitus, padecimientos cardiovasculares y 13 tipos de cáncer, entre otros padecimientos, es enorme.
No solo es un problema de adultos
Los niños, tristemente, se encaminan a engrosar esas cifras, pues esta realidad los ha alcanzado de manera dramática. En México, la obesidad y el sobrepeso afectan a 1 de cada 3 niños de 6 a 11 años y a un 5% de los niños de 0 a 4 años, según registros del informe Estado Mundial de la Infancia 2019, de UNICEF e instituciones de salud.

Si bien la obesidad es un problema multifactorial (genético, psicológico, socioeconómico y ambiental), «el sistema alimentario actual es, en gran medida, el responsable de la obesidad», afirma la Dra. Otilia Perichart, especialista en Nutrición Clínica y en Ciencias Médicas del Instituto Nacional de Perinatología.
Esto nos lleva a considerar a la nutrición como «un punto clave para poder revertir o frenar los riesgos», agrega.
La importancia de la nutrición temprana
Una adecuada nutrición temprana juega un papel fundamental para limitar la ganancia de peso y/o para frenar los riesgos de un sobrepeso u obesidad. Se ha encontrado que una mala nutrición en la etapa intrauterina, contribuye a que el bebé no crezca adecuadamente o a que crezca de manera excesiva (en este caso hablamos de recién nacidos de más de 4 kilos). Si la embarazada tiene un Índice de Masa Corporal (IMC) mayor a 25, el bebé corre el riesgo de tener obesidad infantil o incluso síndrome metabólico.

¿Cómo debería ser la alimentación de mamá en esta etapa? La Dra. Perichart sugiere una dieta con una gran base de vegetales y alimentos mínimamente procesados (dos ejemplos de dietas adecuadas que sugiere son la mediterránea y la DASH). Y esto aplica para todos los ciclos de vida.
Tener un Índice de Masa Corporal en un rango de peso saludable (menos de 25) durante el embarazo, contribuye a limitar y hasta revertir algunos de los riesgos que pudiera traer el bebé respecto a desarrollar sobrepeso u obesidad.
Dra. Otilia Perichart
Además de la nutrición en el embarazo, una vez que el bebé nació, sus primeros 1,000 días de vida son clave para lograr un peso sano. Por un lado, la lactancia materna exclusiva previene la obesidad; por otro, al integrar la alimentación complementaria, esta no debe incluir azúcares añadidos, uno de los principales factores en el aumento de peso. Es de suma importancia introducir al niño o niña a un patrón de vida saludable y, de preferencia, en un ambiente familiar.

En el caso de los lactantes y niños pequeños, la Organización Mundial de la Salud recomienda:
- El inicio inmediato de la lactancia materna durante la primera hora de vida.
- Lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses de vida.
- Introducción de alimentos (sólidos) complementarios nutricionalmente adecuados e inocuos a los 6 meses. Estos deben darse en pequeñas cantidades, las cuales que aumentarán gradualmente a medida que el niño crezca. Deben ser ricos en nutrientes.
Para los niños pequeños, la OMS sugiere que que tengan una alimentación variada que incluya alimentos como carne, aves, pescado y huevos, que deben tomar tan a menudo como sea posible. Deben evitarse alimentos complementarios ricos en grasas, azúcar y sal.
«Que un niño tenga obesidad no es culpa de su mamá. Es, en gran medida, culpa del entorno».
Dr. Edilberto Peña, psiquiatra experto en depresión y salud mental.
En el caso de los niños en edad escolar y los adolescentes, las recomendaciones del organismo internacional de salud son:
- Limitar la ingesta energética procedente de grasas y azúcares.
- Aumentar el consumo de frutas y verduras, así como de legumbres, cereales integrales y frutos secos.
- Realizar actividad física con regularidad (60 minutos al día).
Para cerrar el tema, pero dejándolo siempre como algo de gran importancia de lo que se tiene que hablar, la OMS señala que «los niños obesos tienen más probabilidades de desarrollar problemas de salud en la edad adulta, tales como cardiopatías, resistencia a la insulina (con frecuencia es un signo temprano de diabetes inminente), trastornos osteomusculares (especialmente artrosis, una enfermedad degenerativa muy discapacitante que afecta las articulaciones), algunos tipos de cáncer (endometrio, mama y colon) y discapacidad».
La obesidad es una enfermedad y debe tratarse seriamente. Y antes de ello, en el mejor de los escenarios, prevenirla y/o revertirla.
Los mexicanos obtienen el 30% de su energía en alimentos altos en grasa, altos en azúcar y ultraprocesados. El objetivo es disminuir la energía en la dieta limitando azúcares, carnes rojas y procesados, y privilegiar el consumo de vegetales, frutas, leguminosas y granos.
Dra. Otilia Perichart
