Por Nonantzin Martínez
Las marchas del 8 de marzo en todo el país, así como el poderoso paro del 9, dejaron en claro que las mujeres nos haremos escuchar siempre que sea necesario y que no descansaremos hasta lograr que la equidad de género, en todos los ámbitos de nuestra vida, sea una realidad, y que la violencia que se ejerce contra nosotras, por el hecho de ser mujeres, se termine.
Junto con ese clamor unánime, también vivimos enormes lecciones de sororidad: las mujeres mexicanas nos hemos hermanado como nunca antes.
¿Qué sigue después de esto, en lo cotidiano, en nuestro día a día en el que nos conducimos sin grandes convocatorias? Sigue mucho por hacer. A los hombres y las autoridades les hemos dejado un enorme compromiso (y si no nos apoyan en el camino hacia una sociedad más justa, volveremos a gritar y a exigir el respeto por nuestros derechos), pero a las mujeres también nos toca seguir fortaleciendo ese pacto entre nosotras, ese apoyo y unión que vivimos en las calles, así como parando nuestras labores al día siguiente.

Como mamá de un niño de seis años, retomando a la antropóloga mexicana Marcela Lagarde, que lanza el enorme mensaje «¿qué sería de las mujeres sin el amor de las mujeres?», me atrevo a preguntarme, bajo esa premisa, ¿qué sería de mí, en mi faceta de mamá, sin el amor y apoyo de otras mamás? Quiero compartir algunas reflexiones a otras mamás de niños pequeños, como el mío, que considero pueden servir en la construcción de una unidad duradera:
1. No juzguemos la crianza de las demás. Si nuestra vecina, que es mamá, o la cuñada de nuestra prima, que acaba de tener a su hija, o la mamá de uno de los amigos de nuestro niño que va en primaria, decidieron dar lactancia materna exclusiva o no darla, tener un parto natural o preferir una cesárea, dejar de trabajar para cuidar del recién nacido o llevar a su hijo en la guardería desde los 40 días de nacido, no las critiquemos, cada quien es dueña de sus acciones y circunstancias.

2. No nos pongamos en competencia por el rendimiento escolar de nuestros hijos, ni por sus pertenencias o juguetes, actividades extra escolares, vacaciones o por el tamaño de sus fiestas de cumpleaños. Vivamos nuestra vida y crianza sin mirar cómo la llevan a cabo las demás.
3. Si conocemos a una mamá con un negocio o emprendimiento, hay que comprarle o ayudarle a promover sus productos. A toda mamá, trabaje o no, nunca nos sobrará el dinero (y con hijos, siempre hay gastos que no están en el presupuesto).
4. Si en nuestras manos está contratar colaboradores, ofrezcamos los puestos a mamás, como nosotras.
5. Organicémonos para emergencias y eventos inesperados apoyándonos en el cuidado de los hijos. O simplemente para «echarles un ojo» si ellas o tú no están presentes.
6. Si otra mamá nos pide un consejo o necesita que la escuchemos, hagámoslo con empatía y tolerancia. A veces hace falta una mano o un hombro cuando estamos viviendo alguna situación que nos tiene intranquilas y si alguien nos lo pide, no dudemos en apoyarla.
7. Pero no tratemos de imponerle nuestro punto vista o nuestras creencias. Antes que cualquier cosa, el respeto es fundamental.
8. No hablemos mal de otras mamás ni reguemos chismes en charlas personales o en grupos de WhatsApp. Si tenemos conflicto con alguna en particular, si tanto nos afecta, mejor hablemos directamente con la mamá en cuestión (o que ello se quede en nuestros pensamientos y reflexiones, pero no se vale descalificar).

9. Apoyemos a las maestras de nuestros hijos (algunas también son mamás), pues ellas son pilares fundamentales en su educación, y prácticamente sus cuidadoras por la mañana o durante una jornada extendida mientras tu trabajas. Junto con esto, porque no está por demás decirlo, jamás hablemos mal de ellas, y menos frente a nuestros hijos.
10. Respetemos el tiempo de las integrantes de nuestros chats de mamás. Más aún el de «mamás de la escuela”, evitando escribir el domingo a las 10 de la noche pidiendo las tareas.
11. No nos pongamos el pie entre nosotras. Si de por sí el mundo no es amable con las mujeres, ¿por qué contribuir a la cadena de injusticias contra nuestro género? Derrumbemos esa idea de que las mujeres no podemos ser solidarias entre nosotras.
12. Si somos convocadas a una junta o reunión de mamás, opinemos, alcemos la voz, pero no demos información falsa o infundada. Todo lo que digamos debe estar basado en evidencia. Si no tenemos nada que aportar, escuchemos atentas.
13. Hagamos el esfuerzo de ir a las fiestas a las que invitan a nuestros hijos o disculpémonos días antes si no podremos asistir. Nada hay tan triste como organizar un evento y que no confirmen, o peor aún, que no llegue nadie, o muy pocos, a la celebración de los hijos. Seamos amables, que nada nos cuesta.
14. Echémonos porras, animémonos. Solamente otra mamá entiende cuán caótico y difícil puede ser un día lleno de trabajo, con la casa «patas pa’rriba», con el bebé enfermo mientras que el hijo mayor está en semana de exámenes, así que lo que mejor que podemos hacer entre nosotras es motivarnos y apoyarnos, en los días contentos y en los momentos complicados.
Termino retomando a Lagarde en su texto «Pacto entre mujeres: sororidad», publicado por Aportes, de la Asociación de Administradores Gubernamentales. Buenos Aires, en su edición 25: «La sororidad es una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo. Es una experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y a la alianza existencial y política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y al empoderamiento vital de cada mujer. No se trata de que nos amemos, podemos hacerlo. No se trata de concordar embelesadas por una fe, ni de coincidir en concepciones del mundo cerradas y obligatorias. Se trata de acordar de manera limitada y puntual algunas cosas con cada vez más mujeres. Sumar y crear vínculos. Asumir que cada una es un eslabón de encuentro con muchas otras y así de manera sin fin».
Sumemos, mamás y mujeres, porque no hay mayor fuerza que la unión y la solidaridad entre nosotras.