Por Nonantzin Martínez
Estamos por iniciar en México la segunda semana de la vuelta a clases, a distancia, dadas las condiciones en las que nos encontramos hoy día en el país (fase 3 de la pandemia de COVID-19). Me atrevo a decir que maestros y papás quisiéramos que el fin de semana se prolongara un poco más antes de llegar a clases otra vez. Y es que a todos, incluidos los niños, seguir este sistema educativo emergente nos ha resultado poco práctico y, a veces, frustrante. Para algunos ha sido más sencillo sobrellevarlo, quiero creer, pero a todos nos ha trastocado.
Así, después de una semana, ya con la cabeza fría y aceptando que para el acompañamiento en la educación de nuestros hijos ante una situación extrema nadie estaba preparado, ni maestros ni papás ni autoridades a todos los niveles, me queda claro que todos estamos haciendo lo mejor que podemos, y eso hay que grabárnoslo muy bien en la cabeza si no queremos afectar nuestra salud emocional que, dicho sea de paso, en este confinamiento se ha vuelto frágil.
¿Qué me ha dejado esta primera semana escolar atípica? Como mamá de un niño que cursa primero de primaria, varias enseñanzas y situaciones para reflexionar. Si bien considero que me ayudarán en las siguientes semanas, sé que no son definitivas, pues esto no es estático y tendrá que evolucionar.

- La primera y principal para mí ha sido trabajar mi tolerancia a la frustración. Este aspecto lo hablo mucho con mi hijo desde que era pequeño, pero, ¡sorpresa!, ahora soy yo la que tiene que contar hasta 10 y tranquilizarme antes de explotar. En la escuela de mi hijo, iniciamos el proceso de acoplarnos a las sesiones en Clasroom Meet unos días antes, para que el lunes de inicio todos estuviéramos ya bastante acostumbrados. Esos días me volví loca, debo confesar, pues, para empezar, se movieron nuestros horarios de las semanas anteriores; el primer día, mi hijo tenía sueño y apenas si pudo desayunar; el espacio que habíamos pensado que le daría la mejor comodidad y luz no resultó, así que tuvimos que cambiarnos; algunos niños y papás, del otro lado de la pantalla, parecían no tener idea de lo que estaban haciendo y preguntaban sin ton ni son a una agobiada maestra; me uní al chat del grupo, el cual de pronto se volvía un caos, entre otras cosas que mejor ya dejo en el pasado. Finalmente lo logré, soltando mis expectativas y fluyendo, en la última sesión previo al regreso y conexión oficial al programa escolar.
- He aprendido a tener paciencia. Internet no siempre funciona como quisiéramos. Aunque nosotros no hemos tenido problemas para conectarnos, nuestra maestra de Español sí, por ejemplo, y suele desconectarse mucho o sus videos no corren. Los niños se desesperan y, junto con ellos, una como mamá también. Poco a poco se han ido solucionado esos detalles con instrucciones claras de parte de la Miss y ya todos lo sobrellevamos mejor. También he aprendido a ser paciente con los niños, a quienes sus papás tienen que dejarlos solos en la clase o que no pueden prestarles atención, por lo que no pueden seguir o acatar las indicaciones de los profesores al instante. También soy paciente cuando un papá o mamá tiene una duda y pregunta en plena clase, aunque para eso existen correos y teléfonos, pero se sienten desesperados por querer resolver sus dudas. Solía ser una persona que se desesperaba con facilidad y hasta estas pequeñas cosas me alteraban, pero he empezado a relajarme para sobrellevarlo mejor.

- Comprendí que no debo regañar ni alzarle la voz a mi hijo porque no escuchó alguna instrucción, no entendió lo que dijo la maestra o se distrajo. En ese afán de que todo transcurra lo mejor posible, podemos caer en el error de reprenderlos porque creemos que no lo están haciendo bien. Deténganse, papás, lo que nuestros hijos necesitan ahora es empatía, cariño, respeto y admiración.
- Mejoré mi capacidad para ser flexible y no sobreexigir, ni en clase ni con las tareas. Sí hay que seguir el programa académico y motivar a que nuestros pequeños estudiantes lo hagan, pues es parte del día a día y de su incipiente crecimiento profesional, pero no hay que sentirnos mal o frustrarnos cuando no se logran los objetivos en estos días difíciles.
- Tuve que reacomodar tiempos de estudio y trabajo. Yo trabajo de forma independiente, por lo que suelo hacer mis actividades laborales por la mañana, cuando mi hijo está en el colegio. ¿Qué ha pasado ahora cuando todos estamos guardados? Si bien mi trabajo lo he venido realizando desde hace varios años desde casa, y puedo organizar sin muchos problemas un home office, esto ha partido mis horarios y los tiempos para mí. Ahora trabajo una vez que mi niño acaba sus clases y he acordado con mis clientes tener juntas en horarios previamente establecidos.

- No dejé de lado la rutina. Soy fiel creyente de las rutinas, y seguir la que teníamos «en la normalidad» ha ayudado a que no veamos afectada nuestra vida de manera terrible. La hora de dormir y despertar, si bien se modificó un poco en los días que eran considerados como vacaciones, ha vuelto a correr más o menos como antes; comemos a la hora de siempre y seguimos en el mismo plan al momento de hacer tarea, jugar, ver tele o programas en Internet.
- Me estoy dando «chance de fallar». Si por alguna razón mi hijo no pudo concluir una tarea, no se pudo conectar porque la red nos jugó una mala pasada o no tuvo la mejor disposición para la clase porque le pareció aburrida, ¡no pasa nada! Estas aparentes «fallas» en mi conducción educativa desde mi trinchera, no son por indolencia o irresponsabilidad, simplemente lo que estamos viviendo no nos permite hacer la vida a la que estábamos acostumbrados.
- Y, todos los días, agradecer a los profesores. Un pilar importante del desarrollo de mi hijo han sido sus maestros, siempre lo he creído. Yo estoy muy satisfecha con la escuela a la que ha asistido durante sus primeros años de vida, y hoy vuelvo a agradecer a sus profesores la atención, el cariño y el conocimiento que le transmiten a sus alumnos. Hoy y siempre, gracias, maestros (en esta casa estamos muy conscientes de que están librando una de las pruebas más difíciles de su carrera).
Papás y mamás, mañana nos espera un día más de clases en línea, no nos desesperemos, lo vamos a lograr. Y si sienten que no pueden con este gran trabajo porque su actividad profesional se empalma con las horas de clases, porque no cuentan con las herramientas para poder seguir las lecciones o porque la cabeza no les da para más, dense un tiempo, relájense, analicen la situación y busquen ayuda en sus redes de apoyo: todos estamos navegando en el mismo mar y siempre hay papás o maestros dispuestos a echarnos la mano.