Uno de cada 10 niños afirma haber sufrido algún abuso en el colegio. Para reducir y prevenir estas situaciones, empecemos hablando en casa con los peques sobre el respeto, la tolerancia y la empatía.
Todo era felicidad, tareas y los pendientes normales del colegio, hasta el día que te enteras, por tu hijo o hija –o por el chat de las mamás– que cierto compañerito ‘se la pasa molestando’ a otro, con burlas o malas palabras, persiguiéndolo a la hora del recreo u hostigándolo cada que puede. O que otro alumno suele quitar o esconder el lunch a los más pequeños. Y la historia clásica que se repite una y otra vez: que alguien llega al salón con anteojos y comienzan las risas o burlas.
¿Qué pasa por tu mente cuando te llegan noticias de estos acontecimientos? ¿Tomas alguna acción? ¿Has hablado en casa del respeto y del trato hacia los demás? ¿Le ha ocurrido a tu niño o niña?
El tema del acoso, del abuso y del bullying es algo que a la mayoría de mamás y papás nos importa y mueve mucho porque no es algo menor, y sus repercusiones podrían ser tan graves como el desarrollo de trastornos como depresión y ansiedad, y hasta autolesiones, han señalado algunos estudios.
¿Cómo podemos prevenir, contener o afrontar el hostigamiento escolar cuando ya ha llegado a la vida de nuestros hijos o a su círculo cercano?
Juego ‘pesado’, agresión, bullying…
Hacer bromas y jugar pesado es algo muy común que suceda. “Hasta podríamos decir que es parte de la naturaleza del ser humano”, señala Manuel Hernández, doctor en clínica psicoanalítica y director de la clínica y consultoría en salud emocional Descübriéndote. Pero es importante diferenciar entre eventos aislados y una conducta repetitiva, que ocurre de manera sistemática .
Melinda Wenner Moyer, mamá y autora especializada en el tema de la crianza, señala en su libro Cómo criar hijos y que no salgan imbéciles (Ed. Kitsuné, 2022), que los niños pueden acosar con frecuencia, de forma ocasional, o un día ser acosadores y otro días víctimas de acoso, mientras que algunos nunca lo inician. Esto, agrega, incluso está documentado en muchos libros desde la antigüedad.
Hay situaciones que no son acoso y es importante tenerlo claro. El psicoanalista Manuel Hernández explica que “puede haber un juego brusco con empujones, jalones, quizá con algún ‘zape’, o hacer bromas a través de expresiones verbales, pero los participantes entienden que así se llevan y nunca salen lastimados, no experimentan dolor, no se sienten avergonzados o cosas por el estilo”. Sin embargo, aclara, en el momento que pasa alguna de las situaciones antes mencionadas (dolor, vergüenza), entonces sí se trata de una agresión.
“Uno de cada diez niños afirma haber sufrido algún tipo de abuso en la escuela, por ello padres de familia y docentes no deben minimizar las cosas”.
Manuel Hernández, Psicoalnalista.
Y se habla de bullying “cuando una agresión se lleva a cabo con la misma persona, de manera repetitiva y es realizada por la misma persona”. Junto con ello, el especialista enfatiza que el bullying se puede calificar como tal a partir de los 7 años, no antes, detalla el psicoanalista, porque entre los 4 y los 6 años los niños todavía están aprendiendo a autorregularse. Bullying no son situaciones que ocurrieron una sola vez o en menores de 7 años.
Esto por supuesto, no significa que pasemos por alto situaciones como que un preescolar “decida” que cierta niña o niño no puede jugar con el resto del grupo, simplemente por que él o ella así lo decidió, o que un chico o chica crea que sea correcto arrebatar los juguetes.
“Porque soy más fuerte y poderoso que tú”
El acoso tiene que ver con una dinámica de poder. El experto Manuel Hernandez detalla que el acoso existe, de inicio, por dos razones:
- Porque siempre existirá alguien que tienda a ser competitivo, dominante, hostil, burlón y a quien le guste molestar a los otros, como una forma de sobresalir, de ganarse el respeto o porque está repitiendo algo que él mismo está viviendo.
- Porque muchos niños no saben poner límites, entonces les cuesta trabajo defenderse o hacer valer sus derechos, e incluso denunciar con autoridades del colegio.
De acuerdo con la organización norteamericana contra el acoso y el ciberacoso para niños y adolescentes STOMP Out Bullying, una razón muy común por la que un niño es un acosador es porque no tiene la atención de sus padres en casa y arremete contra los demás para que le presten atención.
También los hermanos pueden ser la causa del problema, ya que si han sido intimidados, son más propensos a intimidar a un hermano menor para sentirse seguros o empoderarse.
Y junto con ello está el hecho de que un modelo adulto a seguir sea un acosador, y puede tratarse de mamá, papás, maestros, entrenadores, entre otros. “A menudo, los padres acosadores están enojados o no manejan bien los conflictos”. Entonces, los niños suelen intimidar porque aprenden este comportamiento en casa.
Echar a andar un plan familiar
Si tu hijo o hija es quien está lastimando a otros:
¿Te has planteado si tu hija o hijo es quien molesta a los otros? Melinda Wenner Moyer, se pregunta: “¿Por qué la mayoría de papás y mamás asumen que su hijo no es el que acosa a los demás? Muchos subestiman la posibilidad de que “sean sus retoños quienes pueden estar causándolo”.
El psicoanalista Manuel Hernández, también consultor para varias escuelas en la Ciudad de México señala que:
- Lo primero es identificar qué es lo que lo está llevando a realizar dicha conducta. Por ejemplo, a veces buscan hacer lo mismo que sus compañeros, así que hay que explorar hasta dónde tiene conciencia de lo que está haciendo.
- Ayudarle a reflexionar sobre su comportamiento para que tome conciencia y, por sí mismo, decida frenar dicho comportamiento.
- Es importante trabajar el concepto de ‘reparar’, es decir, de hacerse responsable de sus acciones y sus decisiones. Se debe buscar que pida una disculpa y se comprometa a no volver a incurrir en este tipo de comportamientos.
- Si la escuela, por su cuenta, pone alguna medida disciplinaria, se tiene que apoyar y acatar como una forma de que nuestro hijo comprenda que su comportamiento no fue el adecuado.
“Si tu hijo se mete repetidamente con alguien, aunque no quiera hacerle daño, se considera acoso si el otro niño se siente indefenso y dolido”.
Melinda Wenner Moyer, Cómo criar hijos y que no salgan imbéciles.
Si tu niño o niña es el que está sufriendo acoso:
“El impacto que genera en uno como padre a nivel emocional pueden llevarnos a reaccionar de formas poco asertivas, ya que el enojo, la angustia y el dolor de saber que están lastimando a nuestros hijos”, dice el psicoanalista Manuel Hernández. Entonces, lo primero es afrontarlo desde la calma.
A partir de esto, sugiere:
- Darle la certeza de que le vas a creer, que no lo vas a regañar y que se sienta con la confianza para que te cuente cualquier cosa que le ocurra.
- Escucharlo y asegurarle que lo vas apoyar.
- Pedirle que te cuente lo sucedido y hacerle algunas preguntas enfocadas en cómo piensa que podemos apoyarlo.
- Explorar si siente culpa y otras emociones por lo que está ocurriendo.
- Si lo consideran necesario, hablen con las autoridades del colegio. Explícale que hay diferencias entre denunciar o acusar y contar lo sucedido, como una forma de pedir ayuda y protección, para que no se sienta abrumado por recurrir a las maestras o a la dirección escolar.
- Seguir trabajando en su autoestima durante el proceso, en especial en la comprensión de que tiene derecho a ser tratado con respeto y con dignidad.
Frenar el acoso desde las charlas familiares
Nunca pases por alto el tema del acoso, aunque no sea algo que esté sucediendo en el salón o escuela de tu hijo. No pienses que es algo ‘normal’ o esperado que pase en los salones. No es inofensivo y sí algo que puede traer muchas consecuencias negativas. “Explícales a tus hijos qué es exactamente, de cuántas formas se manifiesta y por qué no está bien que lo ejerzan”, recomienda Melinda Wenner Moyer.
De acuerdo con Stomp Out Bullying los tipos de acoso son:
- Físico: puñetazos, patadas, empujones, pellizcos y otros ataques similares.
- Verbal: palabras, declaraciones e insultos abusivos para ganar poder y control sobre su víctima.
- Ciberacoso, que se da a través de Internet o de un teléfono inteligente. El acosador avergüenza, amenaza o ataca a otro niño o adolescente.
- Sexual: acciones repetidas, dañinas y humillantes, pueden ser insultos con carga sexual, tocamientos inapropiados y no invitados, gestos vulgares, proposiciones sexuales y materiales pornográficos.
- Sesgo de intimidación: está basado en prejuicios hacia otras personas de diferente raza, religión u orientación sexual.
Desde que son pequeños, hazles saber a tus hijos que tienen derecho a expresar sus sentimientos, emociones y todo aquello que les incomode, pero que no tienen derecho de faltar al respeto, enfatiza el psicoanalista Manuel Hernández, y agrega que se tiene que aclarar que faltar al respeto implica gritar, insultar, decir cosas hirientes, romper cosas o maltratar.
Tampoco podemos perder de vista que somos sus referentes y que van a repetir muchas de nuestras conductas y comportamientos.
Tanto padres de familia como docentes y personal administrativo en las escuelas, sugiere el experto, deben hacer un frente común para realizar actividades que ayuden a los niños a trabajar la empatía.
Para finalizar, dos ideas muy importantes para que lleves a cabo desde ya:
- Vigila situaciones en diferentes escenarios en donde se pueda generar alguna situación de abuso o acoso, como pueden ser los recreos, fiestas infantiles, entre otros.
- Busca estrategias de integración para aquellos pequeños que no tienen amigos o que no cuentan con las herramientas necesarias para socializar.
“En la medida que un pequeño desarrolla la posibilidad de ponerse en el lugar del otro, será más difícil que incurra en comportamientos que lastimen a los otros”.
Manuel Hernández, Psicoanalista.
Tu niña o niño podría estar siendo molestado si notas que:
- Se ha vuelto retraído
- Se aísla
- Se rehúsa a participar en actividades en donde está quien o quienes lo molestan
- Tiene una autoestima baja
- Se muestra inseguro
- Tiene pesadillas
- Se ha vuelto temeroso
Uno de los desafíos que tenemos mamás y papás es ser buenos observadores. Si empezamos a detectar ciertos cambios –algunos serán casi imperceptibles– hay que hablar con ellos de inmediato. Otra forma es prestar atención a su ropa, ver que sus objetos personales no estén dañados o que “se le pierdan cosas frecuentemente” y que ello no tenga que ver con descuidos o distracciones.