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Mandar o no a nuestros hijos a clases presenciales: ¿estamos tomando la decisión más adecuada?

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Por Nonantzin Martínez

A estas alturas del calendario, seguramente ya casi todas las mamás y papás mexicanos tomaron la decisión de mandar o no a sus hijos a clases presenciales, una actividad que las autoridades mexicanas han señalado como esencial, en ya casi un año y medio de pandemia el país, y que se retomará este 30 de agosto, independientemente del color del semáforo de riesgo epidemiológico en el que se encuentren los estados.

Aunque esto no tiene un carácter obligatorio, no ha sido fácil decidirse por el SÍ mandar a nuestros hijos o por el NO enviarlos y continuar estudiando de manera virtual. En mi casa, con un hijo de 8 años, hasta hace dos semanas todavía “vivíamos en la incertidumbre”. 

Mi historia, la historia de muchos

Entre finales de mayo y principios de junio decidimos inscribir a nuestro pequeño, que pasó a tercero de primaria, en la propuesta de modelo híbrido (en estas fechas, su escuela mandó los primeros formatos para optar por la forma de enseñanza del siguiente año escolar: híbrida –acudir dos días de manera presencial al salón y, el resto de la semana, tomar clases en línea– o virtual). 

Que nuestro niño pudiera reintegrarse a sus actividades fuera de casa y relacionarse con sus pares no estuvo nunca en discusión. Sin embargo, para finales de junio, el panorama de la pandemia fue cambiando; empezamos a ver, con preocupación, que la variante Delta, debido a su alta contagiosidad, entre otros factores, movía las piezas del rompecabezas. 

Los medios de comunicación anunciaban, particularmente en Estados Unidos, un incremento en las hospitalizaciones de los menores. En México, el Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPPINA) también empezó a informar de una alza significativa de contagios entre la población de 0 a 17 años a partir de junio, justamente. De 273 casos que había registrado hasta ese mes –desde su inicio, el año pasado–, en las últimas semanas ya contabilizaba más de 60,000.

Yo empecé a investigar qué tan conveniente era el retorno presencial. Me informé con médicos que tengo a mi alrededor; ingresé a videoconferencias sobre el tema, en mi rol de periodista; también vi muchos videos y noticias de diversos medios que llegaban a mis ojos después de que otras mamás me los pasaran o que yo encontraba en Twitter; leí con detenimiento lo que ha dicho al respecto la UNESCO, UNICEF, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, la Secretaría de Salud, la SEP y, obviamente, consulté al pediatra de mi hijo. Rematé con la última información que nos mandó nuestro colegio para dar el siguiente paso, que era mandar un correo reconfirmando nuestra decisión de apostar por el modelo híbrido o cambiar al virtual. 

¿Qué ocurrió? Decidimos que nuestro hijo tomara clases en línea al cien por ciento, al menos las primeras semanas, para ver cómo se comportaba la curva de contagios en el país en este grupo de edad. Pese a ello, yo aún seguía considerando su regreso si la escuela nos permitía ver cómo estarían equipadas las aulas; si me daba confianza la suficiente separación entre las bancas, la ventilación y la utilización de monitores de CO2; si el baño tendría siempre agua; si podrían tomar el lunch en un ambiente relativamente –porque todo es relativo aquí– seguro; cuántos niños habría por salón… Pero llegó el comunicado final con el que ya no hubo necesidad de seguir dando más vueltas al tema: la escuela decidía NO regresar al modelo presencial (híbrido) propuesto hasta que empezaran a bajar los contagios.

Aceptamos la decisión con tranquilidad. Pero hablo de un colegio particular que puede tener esa opción de no seguir a rajatabla lo emitido por la SEP; y mi circunstancia no es la de muchas otras mamás y papás, pues yo trabajo de manera freelance, desde casa, con la posibilidad de quedarme con mi hijo mientras toma sus clases. 

Pero antes de que el destino de estas primeras semanas de regreso a clases lo definiera, al final, la escuela, tuve varias noches de insomnio, debo confesar, y de chats interminables entre amigas, primas y conocidas, con hijos pequeños, sobre el tema, y de cafés por la tarde con mi hermana, que es médico internista-intensivista y que vaya que sabe del virus, porque la ha enfrentado, cara a cara, con sus pacientes.

El pediatra –intensivista– de mi hijo fue otra pieza clave para que su papá y yo decidiéramos que debía seguir en casa. En su papel de médico y de padre me dijo más o menos lo siguiente: “si el pequeño ha sobrellevado el confinamiento de una forma estable, si suelen llevarlo a andar en bici, a correr, a jugar y despejarse lugares abiertos, evitando multitudes y siguiendo todas las medidas de cuidado, si ves que podría seguir con el esquema en línea y tú estar con él en casa, opten por continuar con las clases virtuales; pero si te es imposible por tu trabajo, porque ves afectaciones emocionales o si tu hijo te lo pide, entonces sí, mándenlo, pero tomando todas las medidas de prevención”.

Me pareció muy sensata esa charla, a la que también sumó datos y estadísticas de salud para que tomáramos una decisión informada.  

Cada familia es un universo único

La UNICEF y organismos internacionales coinciden en que es fundamental reabrir las escuelas ya. Los estragos a nivel emocional y social son devastadores. Somos de los pocos países en los que los niños siguen en casa tomando sus clases; pero, oh, coincidencia, ¡justo en este ciclo escolar el virus ha mostrado una de las caras más agresivas del virus en los niños!

Expertos de la UNAM han dicho que son pocos los menores que desarrollarán cuadros graves ante una infección por SARS-CoV-2, aunque eso no los exenta de presentar neumonía y requerir hospitalización, e incluso una asistencia respiratoria, oxígeno suplementario y hasta ser intubados.

Claro que cualquier papá o mamá al leer esto NO quisiera exponer a sus hijos si el acudir a un salón de clases incrementa el riesgo (¿verdad que todos estamos siendo cuidadosos y no los llevamos al cine, ni a centros comerciales ni a reuniones con mucha gente, mantenemos la sana distancia y usamos cubrebocas?) Por otro lado, también es un hecho que no todas las escuelas tienen agua o cuentan con la infraestructura que garantice la disminución del riesgo. Somos un país de contrastes tremendos, y en situaciones como estas, queda evidenciado.

Con todo lo que hemos escuchado, comentado y visto, la motivación de llevar o no a los niños a clases presenciales será distinta para cada familia, basada en sus necesidades y características particulares. 

Cada familia es un universo único, y si hay que volver, hay que hacerlo siguiendo estrictas medidas de prevención, sin olvidar que no hay riesgo cero, ni en la propia casa.

Antes de pasar a las recomendaciones que he recopilado en entrevistas y charlas con expertos, pienso que además de la peligrosidad de la variante Delta y del hecho de que aún no se les pueda poner la vacuna a los menores de 12 años y, en México, todavía tampoco a los menores de 18, la CORRESPONSABILIDAD es uno de los factores fundamentales para un RETORNO SEGURO. 

Todos: maestros, papás, niños, autoridades educativas, población, TODOS tendríamos que poner de nuestra parte para conseguir esta meta, esta necesaria vuelta a la vida presencial y a la educación en las aulas. Pero no sé si vivimos en una sociedad comprometida. Yo digo que tristemente no.

¿Cómo hacerlo de manera segura? Insistimos, NO hay riesgo cero, pero sí se puede disminuir:

Desde casa:

  • Los niños deben acudir con cubrebocas (se recomienda que se utilicen desde los dos años). De preferencia, usar los certificados, como el KN95 (evitar los piratas que venden en la informalidad. Si se opta por los quirúrgicos, una buena idea es ponerlo doble para mejorar su eficiencia. Si se usa de tela, poner abajo uno quirúrgico. Evitar los de válvulas. Y, muy importante, debe estar ajustado a la nariz y al rostro adecuadamente). 
  • Es importante cambiarlo diariamente. En el caso de los de tela (de preferencia, de 3 capas) lavarlo diariamente.
  • Pueden llevar careta, pero solo si llevan cubrebocas (nunca sola).
  • Fomentar el estornudo y tos de etiqueta.
  • Si el menor se siente enfermo, NO hay que llevarlo a la escuela.
  • Seguir con una alimentación balanceada (que incluya frutas, verduras, productos de origen animal con moderación, evitar azúcares y harinas refinadas, tomar agua natural, etc), ya que ello contribuye al mantenimiento y fortalecimiento del sistema inmune, lo que ayuda a proteger a nuestros niños de las infecciones. Consulta con su pediatra si es necesario que tome algún inmunomodulador adicional. Y si tu pequeño padece sobrepeso u obesidad, la sugerencia de los médicos es que continúe tomando clases en línea, pues esto es un factor de riesgo para tener mayores complicaciones en caso de infección.
  • Estar atentos a cualquier evento de depresión y/o ansiedad y platicarlo con el departamento de psicología de la escuela. 

En la escuela: 

  • Controlar la entrada y salida de manera ordenada.
  • Privilegiar burbujas pequeñas (de 5 a 10 alumnos).
  • Que los pupitres tengan una distancia adecuada.
  • Evitar el lunch dentro del salón (establecer zonas específicas en patios y con una distancia de dos metros de separación).
  • Ventilar adecuadamente el salón (abrir puertas y ventanas).
  • Echar mano de medidores de C02, si es posible, para detectar riesgos.
  • Tratar de contar con purificadores de aire.
  • Lavarse de manos constantemente (entre actividades).
  • Tener un recreo escalonado.
  • Evitar movimiento constante de alumnos.
  • Evitar clases de alta propagación del virus (por ejemplo, de flauta).
  • Hacer un seguimiento y buena comunicación entre escuela y familias para detectar posibles casos.

La suma de medidas es muy importante. Tenemos que aprender a convivir con este virus que no se irá pronto. O tal vez no se vaya nunca, pero al que podemos enfrentar con información.


¿Los niños pueden morir por SARS Cov-2? El Dr. Dr. Marco Sánchez Guerra, en el webinar presentado por Instituto Nacional de Perinatología “Medidas para la prevención de contagios por COVID-19 en las escuelas” responde que sí, y deja estos datos que nos ponen en perspectiva el problema, pero también sugiere tomarla con mucha reserva, pues se trata de una enfermedad nueva y que está cambiando:


En menores de 14 años, la tasa de mortalidad es de 0.1 por cada 100 mil. En mayores de 14 años, 1 por cada 100 mil. Y hace un comparativo con el suicidio, otra problemática que debemos considerar como efecto de los confinamientos y falta de socialización: la tasa de  incidencia es 1 de cada 100,000 en menores de 14 años. “Los niños tienen 10 veces más probabilidad de morir por un suicidio que por COVID-19”.

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Periodista independiente, editora especializada en temas de bienestar, crianza, maternidad, estilo de vida y gastronomía, mamá de un niño de nueve años, aprendiz de fotógrafa, foodie y apasionada de la música. Sus historias han sido contadas en revistas y sitios como Vanidades, Baby Creysi, La Lista, bbmundo, todobebé, Glamour, Marie Claire, Life & Style, GQ México, Good Housekeeping México, especiales de Milenio y Padres e Hijos.

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