Mujeres Mamarama
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Sara Canseco: “La vida no se acaba con un cáncer de mama. Quiero vivir por mí, por mis hijos, por mi esposo, por mi familia”.

Por Nonantzin Martínez

Sara Canseco tiene 44 años, es abogada y trabaja en el Tribunal Superior de Justicia del estado de Oaxaca. Tiene tres hijos, Emilio Andrés, de 23 años; Moi, de casi 18; y María, de 6 años. En agosto de este año le detectaron cáncer de mama. Un mes después, en septiembre, se sometió a una mastectomía radical del seno izquierdo, cirugía en la que también le quitaron 16 ganglios. 

La vida de Sara dio un vuelco en tan solo unos meses y, pese a ello, la ha afrontado con entereza y determinación; de frente, con todas las armas que tiene –médicas, emocionales, espirituales, familiares–, porque para ella “la vida no se acaba”. Tiene mucho por qué vivir y no duda en compartir su experiencia con todas las mujeres a las que pueda llegar. 

A propósito del Día Internacional de lucha contra el Cáncer de Mama, compartimos esta historia de fortaleza y esperanza como parte de la serie #mamásquenosinspiran.

¿Cómo llegó el diagnóstico de cáncer de mama?

El cuerpo te manda señales. Hace cuatro o cinco meses, mientras me lavaba los dientes me sentí muy mareada. Como pude llegué a mi cama, le dije a mi esposo que me sentía mal y me desmayé. Ambos pensamos que era algo pasajero porque no había cenado, porque también me bajó la presión.

No volví a tener otro malestar, sino hasta el 23 de agosto. Cuando salí de bañarme, me toqué el seno izquierdo y sentí una bolita que antes no estaba. Yo soy una persona que se toca y explora, así que de inmediato noté que se trataba de algo distinto. Me pregunté si era grasa. Llamé a mi ginecóloga de inmediato y me dijo que me hiciera un ultrasonido. Hice la cita para el otro día. Ese primer resultado señalaba que tenía dos nódulos con sospecha de malignidad. Me subí a mi camioneta y me solté a llorar pues, aunque no decía ‘cáncer’, sabía que no era bueno.

Ese mismo día, por la tarde, hice cita con un cirujano oncólogo. Vio el ultrasonido y me dijo que no podía interpretar nada hasta que me hicieran más estudios. Me pidió una resonancia magnética, una mastografía y otro ultrasonido. Dos días después me hicieron la resonancia magnética. En ella se descubrió que ya estaba comprometido el ganglio de la axila izquierda. El oncólogo me dijo que siguiéramos con los estudios; yo creo que ya sabía lo que venía para mí, pero no se aventuró a dar un diagnóstico pronto. Me pidió que me hiciera una biopsia y me la hice de inmediato. La ginecóloga me hizo el tacto y no creyó que fuera algo tan grave. Incluso la radióloga no pensó que fuera algo peligroso, porque no se sentían bordes irregulares.

Yo estaba confiada y  ‘tontamente’ me llegué a enojar pensando que había hecho mucho gasto. Finalmente llegó el día en que nos entregaron el resultado de mi muestra. Mi esposo lo recibió en su correo y me lo reenvió. Cuando lo abrí, la primera palabra que vi fue carcinoma. En ese instante me marcó mi esposo diciéndome: “Pero no es nada grave, ¿verdad?”. Yo le contesté: “No, no es grave, solo tengo cáncer”. Así fue como me di cuenta que tenía cáncer.

Al año se diagnostican 23 mil casos nuevos de cáncer de mama en México. El 95% de ellos podrían ser curables si se detectan a tiempo y son tratados adecuadamente. 1 de cada 3 mujeres es diagnosticada en etapas tempranas. 

Fundación CIMA

¿Qué vino después de conocer tus resultados?

Ya con el resultado de la biopsia, fuimos al oncólogo. Me preocupé porque ya estaba comprometido el ganglio de la axila. Mi hermano murió de cáncer linfático en el 2011 y pensé: “No me quiero morir”.

El cirujano oncólogo me dijo que lo que procedía era someterme a una mastectomía radical, porque necesitábamos quitar todo. Le dije que sí, ni siquiera lo pensé, y le pregunté qué tan urgente era la operación; me contestó que ‘no era para mañana’, pero que no lo podía retrasar más de dos o tres semanas. Empecé a hacer cuentas y le comenté que primero quería hacer un examen –para juez– que ya tenía planeado. En la consulta no le di oportunidad a mi esposo que dijera más. Presenté mi examen el 17 de septiembre y al otro día fue la operación

Otra cosa difícil después del diagnóstico fue dar la noticia a mis hijos. Los más grandes viven en Puebla y no sabía cómo decirles que vinieran. Por teléfono no podía contarles, así que no tuve otra opción que decirles que tenía que hablar con los dos y que necesitaba que vinieran a Oaxaca.

Ellos llegaron el día de mi examen. Después de volver a casa, los subí a mi recámara y les dije que tenía cáncer. Se pusieron a llorar. Fue un momento muy duro. No podía darles la respuesta al porqué me dio cáncer, pero lo que sí les dije es que iba a ponerle todas las ganas del mundo:

 “Voy a echar toda la carne al asador, voy a luchar. Y si me quedo en el camino, será luchando. No sabemos si seré parte de ese 90% de mujeres que sobreviven a un cáncer mamá o no”. 

Les comenté que al otro día tendría la mastectomía radical y que teníamos que estar unidos como familia: “Esto apenas empieza, va a ser una lucha larga, porque el que me quiten el seno no es lo último”. La verdad fue una cuestión bastante dura, como mamá, tener que ponerme fuerte frente a ellos, no mostrar debilidad y decirles “no pasa nada” (aunque pasaba mucho, pasaba todo). Así fue evolucionando la noticia del cáncer. 

¿Cómo te ha apoyado tu familia una vez que les contaste por lo que atravesabas?

Mi mamá siempre ha estado conmigo, en todas mis decisiones. También tengo el apoyo de mi abuela y de mi tío, el hermano de mi mamá; de mi papá y de su esposa, ni se diga. Mis dos hermanas por parte de mi papá han estado muy pendientes, así como mi hermano.

No pensé que tanta gente me apreciara. A veces estás tan metida en tu trabajo que te ‘encapsulas’ en cierto círculo de personas, pero no sabes que alrededor hay mucha gente que piensa en ti. Y mi esposo, él siempre me ha dicho: “no te quiero perder, no te vas a morir. Yo voy a hacer lo que pueda por ti”. Él es el del ‘corazón de pollo’ y sí cayó en depresión. Se subía a llorar después de dejar a nuestra hija en la escuela.

Yo me asombro de mí misma. Siempre he sido una mujer muy entrona’ a la que le gusta enfrentar retos y casi siempre he salido triunfante. Este es el reto más difícil que he tenido en la vida. 

Saberme cerca de la muerte me sacudió. Entras en catarsis y te pasa la película de tu vida. Como siempre he sido muy activa, con esto paré un poco. Me ha faltado tiempo para dedicarme a mí. Pero también creo que esta hiperactividad ha sido mi escape en este tiempo. Sigo en mis cursos y, de hecho, me acabo de inscribir a una maestría.

Mis hijos me preguntan que cómo es posible. Yo les digo que la vida continúa. Mi hijo mayor me dijo: “yo no me voy a regresar a Puebla sabiendo que tienes cáncer”. Yo les dije: “La vida no se acaba. Ustedes tienen una vida, son jóvenes, yo aquí voy a hacer lo que me toca hacer, voy a hacer mi chamba, lo que me digan los médicos. Esto tiene que seguir hasta donde las fuerzas me permitan”. 

Claro que esto ha sido muy doloroso, física y emocionalmente. Mis amigas incluso me han dicho: “Tú que eres tan vanidosa, ¿no te ha deprimido no tener ya un seno?”. La verdad es que el físico pasa a segundo término, yo lo que quiero es vivir. Así termine en pedacitos quiero estar viva porque tengo tres hijos y no los puedo privar de estar con su mamá. A mi hijo grande le dije: “Tengo que verte cuando te entreguen tu título”. A Moi: “Me tienes que llevar a recorrer el mundo cuando tengas sus competencias como triatleta”. A María tampoco la puedo dejar. Y a mi marido le dije: “Acuérdate que quedamos en hacernos viejitos juntos”. Tengo muchas cosas por hacer todavía y todos los días le pido a Dios que no me deje perder esta batalla. 

¿Qué pasó después de la mastectomía?

Mi cirugía fue muy rápida, duró como una hora. Estaba preocupada por mis hijos, que no durmieron en toda la noche, se la pasaron llorando. Entré tranquila al quirófano. Lo primero que hice saliendo de la anestesia fue pedirle a mi esposo mi celular y me hice una selfie, con mi parche, para mandársela a mis hijos y decirles que ya había salido. Luego les hice videollamada para decirles que estaba bien. Era tanta mi preocupación por ellos que tenía que decirles que estaba bien. 

Al día de hoy, no me ha deprimido verme en el espejo, no le he tomado tanta importancia. Claro que una se siente mutilada, incompleta y piensas que ya no vas a ser la misma, pero lo he tomado de forma madura. He tenido microetapas en mi duelo. Primero fue la negación y preguntarme el por qué, si soy una persona deportista que cuida su alimentación, que no fuma y que casi no bebe. Luego vino el enojo. Una amiga me llamó y me recordó unas palabras que yo le había dicho cuando murió su esposo: “No te preguntes el porqué, porque no vas a tener la respuesta, mejor agradece que fuera en este momento, no cuando tus hijos eran más chicos, no cuando no tenías tiempo, no cuando estabas sola”. Ahora digo, gracias, Dios, ya tengo más madurez y lo veo de diferente manera. Ya estoy en la etapa de la aceptación porque tuve cáncer, ahorita no lo tengo porque me quitaron todo el seno y 16 ganglios. Pero prefiero esto a no vivir.

La vida después de la cirugía

El cáncer que me dio fue de los más invasivos. Afortunadamente solamente uno de los ganglios tenía metástasis, pero no había salido de su cápsula, así que no se fue a ninguna otra parte de mi cuerpo. En unas semanas pasó mucho, primero fue la bolita y luego ya estaban comprometidos los ganglios de la axila, por eso les digo a las mujeres que se toquen y que si se sienten algo que antes no se habían sentido, no duden sacar una cita médica y hacerse un ultrasonido. Te paraliza el miedo, sí, pero hay que atenderse.

Conmigo todo fue muy rápido que no me dio chance de pensar en nada, no me dio tiempo de digerir, es más, ni siquiera he tenido el tiempo de pasar por el duelo de no tener un seno. Si hubiera esperado más semanas, quizás ya no estaría aquí o quién sabe qué más me hubieran tenido que hacer. La actitud cuenta mucho

«Tu vida está en juego y si realmente no quieres morir tienes que actuar rapidísimo. La vida no se acaba con un diagnóstico de cáncer. Si se detecta de forma temprana se puede curar”.

Sara Canseco

Para lograr un diagnóstico temprano y aumentar la sobrevida, el Instituto Nacional De Salud Pública recomienda:

  • Autoexploración de las mamas a partir de los 20 años, al menos una vez al mes.
  • Realizar mastografía cada dos años en mujeres mayores de 40 años.
  • Realizar mastografía en mujeres menores de 50 años con antecedentes familiares de cáncer de mama.

Para reducir el riesgo de padecer cáncer de mama:

  • Practicar la lactancia materna por más de 12 meses.
  • Consultar a su médico sobre el uso de anticonceptivos orales.
  • Llevar una dieta rica en frutas y vegetales por su alto contenido de vitaminas, minerales, fibra y antioxidantes.
  • Reducir al mínimo el consumo de grasas, azúcar y alcohol.
  • Mantener un peso adecuado.
  • Realizar actividad física al menos 30 minutos al día.

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