Crianza exitosa como sinónimo de hijos felices, porque no hay mayor éxito que ver que los hijos se conducen por la vida contentos, plenos, sintiéndose amados. Y para lograrlo, mas allá de comprarles todos los juguetes del mundo o llenarlos de regalos, ellos necesitan ver que somos felices, que estamos bien; porque al estar bien todo fluye, sobrellevamos mejor las cosas, tenemos mejor actitud y tolerancia ante cualquier cosa, llámese un día malo en el trabajo, el tráfico, un berrinche, una discusión, etcétera.
Que tu estés bien al despertar, mientras te arreglas, al momento de preparar el lunch y desayuno, de dejar a tu hijo en la escuela, de camino al trabajo, con tu pareja, con tus amigos y familia, es decir, estar contenta con lo que haces, influirá positivamente en cómo se desarrolle el día a día de tu hijo.
Sin embargo, la realidad es que no siempre estamos bien ya que, por lo general, buscamos resolver las cosas inmediatas antes que detenernos a pensar que lo primero que debemos hacer, para que todo tenga un buen resultado, es sentirnos bien y contentas con nosotras mismas, o lo que es lo mismo, ser felices.
¿Y qué necesitamos para ser felices? En mis 6 años como mamá, las siguientes 10 situaciones me han ayudado a verle a la vida el lado positivo, a caminar con las preocupaciones normales de una mujer profesionista con un hijo, pero sin cargar culpas, y a dormir tranquila. Y son cosas muy sencillas, pero que se nos olvidan una vez que asumimos el “honorable” cargo de mamá:

1. No aspires a ser una “mamá perfecta” o “súper mamá”. Obviamente todas queremos lo mejor para nuestros hijos y hacemos hasta lo imposible para lograrlo pero, ojo, eso no significa que tengas que «dar la vida» porque el uniforme y el pelo estén impecables todas las mañanas de colegio; que debas tener un trato fantástico y estupendo con sus maestras y las mamás de sus compañeros para que todas lo tengan y te tengan en alta estima; que cuando haya una celebración, el regalo que lleves esté bellamente envuelto porque eso denota que estás haciendo muy bien tu papel de “mamá dedicada”; que nunca falte a “las mejores actividades” vespertinas para desarrollar su potencial; que sus fiestas de cumpleaños sean las más costosas y que todo mundo hable de ellas. Detente, ¿ya te diste cuenta del estrés tremendo que te está generando todo esto? Tranquila, relájate. Ser una buena mamá no significa que todo esté impecable o perfecto. Habrá días en los que no tendrás tiempo para hacerles de comer y se vale que pidas comida o que los lleves a un lugar de su preferencia y no coman lo más saludable, pero esto no va a pasar siempre y eso no significa que seas una mala madre. O si un día no puedes ir a una junta escolar porque justo esa mañana tienes que estar en otro lado por trabajo, tampoco va a pasar nada.
2. Deja de culparte y suelta. No sé si sea un tema de género o cultural, pero es un hecho que las mujeres siempre cargamos con culpas; incluso desde antes de ser mamás. Y luego te embarazas y te sientes culpable porque tu hijo nació por cesárea y no de forma natural; porque le diste fórmula en lugar de alimentarlo al seno (haya sido o no una decisión propia), porque en la madrugada tu pareja le da su leche y le cambia el pañal (mientras piensas: ¿le estará sacando bien el aire?, ¿se habrá acordado de que haya que cambiarle el pañal?, en lugar de que estés durmiendo para reponerte de las jornadas tan cansadas); porque te vas a trabajar y los dejas muchas horas con la nanas o en la guardería; porque decidiste renunciar a tu trabajo para poderlo cuidar, entre otras situaciones. ¿Y qué pasa con todo esto? La culpa se vuelve una gran bola de nieve y la mayoría de las veces dejas que siga creciendo y no la sueltas; te aferras a ella, te acostumbras a vivir con ella. Pero esto no trae nada positivo, si no todo lo contrario, pues emocionalmente siempre estás triste, resentida, de malas. Lo que debes hacer es permitirte soltar y asumir que esto no se trata de culpas, si no que son momentos de vida, y si no sueltas, no fluyes, te estancas. Esto nos lleva al tercer punto, para poder soltar hay que…
3. Echar mano de redes de apoyo. ¡Pide ayuda! La crianza no solo se hace de madre a hijo, también el papá debería ser parte de ella. Permite que se involucre. Si no sabe o no quiere, muéstrale cómo podría hacerlo. Idealmente, deberíamos hablar con nuestras parejas antes y durante el embarazo sobre este punto. Y, ojo, si notas que desde ahí no quiere asumir su responsabilidad, piénsalo dos veces. Y también echa mano de tu mamá, de tus hermanas, de tus amigas, cuidadores y maestras. Se vale y es necesario. Pide ayuda a la gente inmediata a ti, pues sola se puede volver una misión más que agobiante.
4. Date un espacio solo para tus cosas. A la par de echar mano de tus redes y dejar la culpa a un lado, viene la necesidad de tener un espacio para ti, sola, sin bebé o niño, para tus cosas personales. Para cada una seguramente serán distintas, pero para mí, por ejemplo, salir a desayunar con mis amigas o ir al cine con mi pareja son cosas que disfruto mucho (no descuiden, por favor, las salidas a cenar, a bailar o lo que antes acostumbraban hacer juntos). Vuelvan al gym, no dejen de consentirse en el salón de belleza o el spa. Y váyanse de viaje. Si son organizadas, lo pueden lograr.

5. Procúrate. Otra cosas que sin duda nos hace sentir bien es vernos bonitas. Arréglense (como lo acostumbran, no les digo que todos los días se super maquillen), regresen a su rutina de gimnasio para sentirse a gusto con su cuerpo, no dejen de irse a arreglar el pelo o las uñas. Vuelvan a sus cuidados de siempre. Si necesitan hacer una cita, háganse un espacio y agéndenla (y no la pospongan eternamente).
6. No te compares. Ni con otra mamás o mujeres ni tampoco compares a tus hijos. Cada persona es diferente, con sus ritmos de vida particulares, adaptación y aprendizaje. Acepta que eres única y que tu estilo de crianza va de acuerdo con tus valores, necesidades, tiempos y preferencias. No quieras ser como tal o cual persona. Se vale tener aspiraciones, por supuesto, pero no quieras ser como alguien más.
7. Practica la resiliencia. Esto es muy importante, porque tiene que ver con la forma en que afrontas los problemas (los millones de “problemas” –mejor llámalos “situaciones”– que llegarán con la maternidad). Ante una situación que se salió de tus manos, lo primero que debes hacer es tomar las cosas con calma y practicar la resiliencia que, de acuerdo con la Asociación Americana de Psicología, es “el proceso de adaptarse bien a la adversidad, a un trauma, tragedia, amenaza o fuentes de tensión significativas, como problemas familiares o de relaciones personales, problemas serios de salud, situaciones estresantes del trabajo o financieras. Significa «rebotar» de una experiencia difícil, como si uno fuera una bola o un resorte”. Y esto no significa que dabas sacar herramientas emocionales extraordinarias, más bien es algo ordinario que una va aprendiendo y desarrollando.
8. Perdónate. En el camino hacia una maternidad exitosa y feliz, habrá muchos momentos difíciles, tristes, caóticos, inesperados… y no siempre tomaremos las mejores decisiones. Tranquila, la vida y la crianza es un constante aprender y reaprender. Piensa que si no salió como lo esperabas, tienes una y otra y otra oportunidad de lograrlo. Perdona tus fallas, tus limitaciones y ámate.
9. Toma cartas en el asunto cuando algo no esté bien. Actuar a tiempo te ayudará a que las cosas no se compliquen. No esperes a llegar a limites insostenibles y explotar. Si la situación es con tu pareja, hablen y lleguen a acuerdos. Si el niño tiene un malestar, consulta con su pediatra. Si en el trabajo algo no funciona, date oportunidad de reflexionar sobre lo que está pasando y busca soluciones y diálogo. Si no te sientes bien, ve al doctor. Es muy importante que estés sana, ahora más que nunca.
10. Al despertar, agradece por el nuevo día y la oportunidad de tener a un hijo en brazos; de ver cómo va creciendo y aprendiendo habilidades nuevas; de sentir la grandeza de la vida frente a tus ojos; de saberte amada y amar como nunca antes lo habían hecho. Todo esto nos lleva a la conclusión de que primero estás tú #yoprimero, porque si tú están bien, todo lo demás estará bien.
¿Qué pasa cuando no eres feliz con lo que haces?
- Te frustras
- Hay ira y enojo
- No piensas claramente
- No tomas las decisiones adecuadas
- Todo te enoja
- Pierdes la paciencia
- No das el mejor ejemplo a tus hijos, además de que reciben todo esa negatividad
Tu actitud de inconformidad e infelicidad es una vía para desatender a los hijos, y esto los puede conducir a que se vuelvan unos pequeños tiranos. Y termino diciendo que “no tienes que ser perfecta para ser feliz, ni ser una súper mamá para tener una crianza exitosa».