Por José Ángel Araujo
En la temporada de invierno los consultorios se llenan de mocosos, literalmente, pues el resfriado es una de las principales causas de visitas al médico cuando la temperatura disminuye. Pero ¿de verdad el moco es el enemigo? Pues no, de hecho el moco es el primer filtro de seguridad que detiene partículas, virus y bacterias que viven en el exterior, por lo tanto los mocos siempre están en el cuerpo y son necesarios.
Fernando Rodríguez, otorrinolaringólogo del Hospital Clínico San Carlos, en Madrid, explica que el moco es una mezcla de agua y diferentes glucoproteínas, mucopolisacáridos y lípidos. También contiene inmunoglobinas, la barrera protectora que ayuda a destruir las bacterias. «Constituyen un ejército que custodia el organismo gracias a los anticuerpos y a las células defensivas, como los linfocitos, que poseen», señala el especialista. Tales elementos protectores representan el 4% de su composición, mientras que el resto es agua, fundamental para mantener hidratadas y lubricadas las mucosas.
Elena y Gonzalo, papás y autores del blog Dos Pediatras en Casa, agregan que, en su composición, el moco contiene leucocitos que segregan una enzima que se llama peroxidasa y sirve para eliminar a los virus y las bacterias. Esta enzima, entre otros efectos, oxida el hierro, lo que provoca el cambio de color del moco del trasparente al amarillo y de éste al verde.

¿De dónde sale tanto moco?
Lo habitual es que un niño en edad escolar o que acude a la guardería se contagie varias ocasiones durante el invierno, mientras que unos expertos dicen que son entre 4 y 6 otros aseguran que pueden ser entre 10 a 12 catarros en este periodo. Durante estos procesos tendrán fundamentalmente mocos, tos, estornudos, a veces dolor de garganta y fiebre, la cual no suele durar más de 3 días. Los mocos los tendrán durante 7 días y la tos, a veces, se prolongará hasta 2 semanas. Esta es la evolución natural de un catarro sin complicaciones, como lo explica en su blog Lucía Galán Bertrand, médico especialista en pediatría y socia fundadora y directora médica de Centro Creciendo.
La especialista indica que con el paso del tiempo tendrán menos catarros pues, por un lado, empiezan a fortalecer sus defensas y, por otro, crecen y dejan de establecer contacto íntimo con los más pequeños menores de 3 años, que se llevan todo a la boca. Y sobre la infección la doctora aclara que «los niños no enferman por salir a jugar desabrigados. Los niños enferman en el salón de clases junto a los 20 compañeros, de los cuales, la mitad, están acatarrados». Es verdad que en los meses fríos hay más virus respiratorios y más posibilidades de contagiarse, pero eso no significa que enfermen por una corriente de aire o por salir a jugar sin suéter. «Los virus se transmiten por el contacto directo a través de las microgotitas de saliva al hablar, por los estornudos, por nuestras propias manos, por los besos e, incluso, por los juguetes». La especialista advierte que de ahí la importancia del lavarse las manos frecuentemente.
Otro punto del que los pediatras Elena y Gonzalo saben que es importante hablar es que los mocos no bajan al pecho como si fuera un tobogán. Es uno de los mitos más recurrentes y que, en su opinión, «también tienen cierta responsabilidad los pediatras, ya que muchas veces para resumir lo que ocurre utilizamos esa expresión sin explicar qué es lo que ocurre realmente».
Los pediatras explican que la evolución de infecciones de la vía respiratoria de la siguiente manera: «en primer lugar, se produce una fase catarral en la que el moco se encuentra solo en la nariz para, a los 3 o 4 días, encontrarse ya en la vía aérea inferior«. Pero esto no ocurre porque el moco «baje al pecho» como si goteara por detrás de la garganta y se colara en la tráquea: «ocurre porque el virus que provoca este tipo de infecciones tiene esa capacidad, primero coloniza la nariz para luego avanzar y llegar hasta el pulmón«.

Enfrenta tu miedo a los mocos
Por mucho que se escriba o se diga, la ciencia actualmente no sabe con certeza por qué hay prevalencia de resfriados y gripes en invierno. Una cosa sí es segura: sin virus que se contagie de una persona a otra no puede existir la enfermedad. En otras palabras, la causa es únicamente un virus, que no vive en el agua o en el aire mucho tiempo (aproximadamente 24 horas). El virus necesita un organismo vivo para poder reproducirse, no espera en la calle, al frío, ni busca a personas descalzas, sin abrigo o con el cabello mojado para atacar, como creen muchos papás. El virus está ahí porque otra persona estornudó o lo escupió.
El cuerpo se encarga de eliminar el virus de 5 a 7 días, le des lo que le des (los antibióticos combaten bacterias, no virus). Iris Rentería, otorrino pediatra y médico de sueño infantil, advierte que pueden quedar síntomas después de la infección como moco o tos entre 3 y 6 semanas sin que éste sea un signo de peligro: «nos damos cuenta que ya no hay nada que temer porque regresa a su actividad habitual»
El uso de tapabocas y el lavado frecuente de manos son las acciones más importantes para la prevención y, al enfermar, no existe otra cosa que el descanso y la hidratación para combatir al virus. El médico puede recomendar algún medicamento para reducir los síntomas y lavados nasales, pero nada más. Comer saludable y balanceado, dormir suficiente y mantenerse hidratado brindará mejores defensas para todos, pero del virus nadie escapa, ¡mocos!