Por Debbie Molina
El horno, convencional o de convección, está tomando cada vez mayor protagonismo en nuestras cocinas gracias a sus varias posibilidades de desempeño, como cocinar al vapor, rostizar, hornear, gratinar o cocer.

Contrario a lo que se piensa, es mucho más rápido que la estufa y se logran mejores resultados: comida más sana, de mejor y mayor sabor, así como texturas deliciosas. Sigue estos consejos y aprovecha todas las ventajas y beneficios que te da cocinar en él. Seguro lo amarás tanto como nosotros.
– Considéralo como un electrodoméstico más, por lo tanto, siempre debe estar disponible para poder utilizarlo. No metas nada dentro de él, ya que esto lo convierte almacén y nos de pereza usarlo.
– El primer paso en su utilización, es dejar que se caliente a la temperatura requerida por la receta. Puedes echar mano de un termómetro de horno el cual, además de ser muy económico, es una gran herramienta que te asegurará la cocción perfecta (de venta en tiendas de autoservicio)
– Las charolas y moldes de aluminio que no están pintados son los mejores utensilios para hornear. Aquellos que están recubiertos de pintura negra absorben y concentran el calor (a esto se debe que los alimentos queden doraditos por encima, pero quemados de los lados y el fondo). Los refractarios de cristal, por su parte, son perfectos para cocer, rostizar, gratinar o hacer baño maría.
– Cada vez que la puerta del horno convencional se abra o que la temperatura se modifique manualmente, el ciclo del horno comenzará de nueva cuenta. Y cada ciclo que comienza significa un consumo innecesario de energía, así que no lo abras antes del 60% del tiempo requerido por la receta. Lo mejor es hacerlo hasta el final.
– Para su limpieza, después de usarlo, deja que se enfríe por una hora y, con un trapo húmedo, límpialo bien (si no se generaron residuos alimenticios, con esto será suficiente). Lávalo a profundidad cada 15 días, siempre y cuando no se haya chorreado comida en él (en esto también te apoya el uso de las charolas y refractarios de cristal).
– Por tu seguridad, siempre utiliza manoplas o guantes para proteger tus manos de las altas temperaturas. Abre la puerta del horno siempre con la cara volteada. Si usas uno convencional, revisa cada año que la salida de gas se encuentra en perfectas condiciones.

¿Convencional o de convección?
Los hornos convencionales tienen fuentes de calor directas para cocinar los alimentos, pues cuentan con un termostato que calienta el aire del horno hasta obtener la temperatura necesaria. Pueden calentarse con gas o electricidad. El aire caliente que se produce en el interior se queda estático, lo que dificulta una cocción homogénea, así que hay que girar el platillo a la mitad del tiempo.
Los hornos de convección tienen un sistema de aire forzado que hace circular calor por todo el horno. Estos hornos pueden calentarse por medio de la electricidad o el gas, pero vienen equipados con uno o más ventiladores que aseguran que ninguna parte del horno esté más caliente que otra. El aire de abajo se calienta y se mueve hasta ser reemplazado por el aire frío que se encuentra en la parte superior. Este movimiento cíclico del aire continúa hasta que el producto está perfectamente cocido.
Los hornos de convección alcanzan la temperatura deseada en un tiempo menor. Por la forma en que circula el calor, se elimina la humedad de los alimentos, consiguiendo una cocción efectiva y más rápida (un 25% más que uno convencional), así que no tienen que estar por mucho tiempo dentro del horno para estar listos. Puedes colocar diferentes productos a la vez, lo que baja considerablemente el consumo de energía.