Salud, Tu mejor versión
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Las mamás «no tenemos permiso» de enfermarnos.

Por Nonantzin Martínez

Hace siete años que soy mamá, y hace siete años también que mi salud se volvió una prioridad en mi vida. Siempre había sido cuidadosa, iba a mis revisiones médicas de forma periódica y si sentía alguna molestia consultaba a mi doctora de cabecera, mi hermana, para conocer su opinión. Digamos que el concepto de «tener salud» no estaba tan alejado de mi vida, pero tampoco me preocupaba enfermarme; todos nos enfermamos en algún momento, ¿no?

Días después de que naciera mi hijo, una de esas noches agotadoras, mientras lo arrullaba pensé: ¡Qué fuerte es esto de ser mamá. Qué grandioso y qué retador! Y junto con ello vino a mi mente la idea de que ni ahora ni nunca me debía enfermar: ¿Cómo lo voy a cuidar o criar si estoy enferma? ¡No me quiero perder ningún momento a su lado por sentirme mal!

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La maternidad es un parteaguas, por eso esta nueva etapa de mi vida me hizo reacomodar mis prioridades, y mi salud y bienestar –físico y emocional– empezaron a ser protagonistas. Obviamente una no puede controlar del todo tener una salud óptima, ya que la carga genética está ahí, pero creo que podemos incidir muchísimo en ella si seguimos buenos hábitos.

Cuando no tenía a mi pequeño conmigo, recuerdo que en los peores resfriados podía meterme a mi cama y dormir el tiempo necesario para recuperarme, cancelando cualquier plan sin ningún problema. O si tenía un dolor de cabeza, era muy sencillo: apagaba la luz, ponía mi casa en silencio absoluto y me tomaba un analgésico. Ahora con un hijo, ¿si me enfermaba de gripa y me sentía fatal, podría descansar y recuperarme como antes? ¿Podría «cancelar» el plan de cuidarlo y encargárselo a su papá o a mi hermana o mi suegra o a mi mamá? (seguro que sí, pero a veces una es demasiado aprehensiva o amorosa o sobrerreactiva, como quieran llamarlo). Pero, y si me enfermaba de algo grave, ¿qué pasaría en su día a día mientras yo, hipotéticamente, estuviera imposibilitada para atenderlo? Quizás sean pocas las mamás que hayan pensado esto, o tal vez muchas, pero en mi caso se activó el chip del autocuidado.

Bromeando con mis amigas con hijos, alguna vez les dije: Tal parece que las mamás no tenemos «permiso de enfermarnos». Hay tanto qué resolver y hacer con los niños. Imagínense a mi hijo con fiebre y yo con un dolor de estómago fuertísimo, ¿cómo la libramos?

Cuando llegué a mis 40, me hice por primera vez mis mastografías. Siempre que me entregan mis resultados pienso: ojalá todo esté bien. Y así ha sido, pero siento que el hecho de ser mamá genera un estrés doble –por una y por el niño– al pensar que una enfermedad pudiera modificar drásticamente nuestro guión de vida. Si mi salud se viera afectada, de forma ligera o grave, sé que mi hijo estaría muy bien con su papá y con nuestra familia, pero aunque lo tenga muy claro, prefiero cuidarme.

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En otra ocasión, por un trabajo de investigación para un artículo, tuve la oportunidad de probar un dispositivo que monitorea los niveles de azúcar en sangre y ayuda al control y/o detección de diabetes mellitus. Durante cinco días traje conmigo un aparatito que conectaron a mi abdomen, el cual registraba cada detalle de lo que pasaba en mi cuerpo, mientras yo, de forma manual, escribía en una app en qué había consistido mi alimentación (desayuno, comida y cena), si había hecho ejercicio, si tomaba medicamentos y los números que arrojaba el glucómetro que me habían facilitado (me pinchaba la yema de mis dedos, tres veces al día, para extraer las gotitas de sangre). El resultado fue normal, no hubo indicios del padecimiento. Cuando me entregaron mis números dentro la normalidad, volví a sentirme una mujer afortunada por estar sana.

Ahora con la pandemia, nuestros cuidados son los que han dictado las autoridades de salud. Tratamos de no exponernos y de alimentarnos bien. Nunca hemos exagerado al grado de que esto se vuelva también una carga emocional pero, como todos, hay momentos en que nos preocupamos mucho porque los contagios siguen. Las noticias de que las vacunas ya están en fases adelantadas nos dan –creo que a todos– un respiro. Al parecer, la luz al final del túnel empieza a emitir sus primeros destellos. Aun así, no podemos bajar la guardia.

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Por mi y por mi hijo quiero tener esa salud de la que hasta ahora he gozado y mejorarla, si es posible, porque quiero seguir viviendo intensamente. Pero no solo quiero estar «libre de enfermedad», sino estar sana en toda la extensión de la palabra, como bien lo dice la OMS:

«La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades».

Organización Mundial de la Salud.

Si el día de mañana me enfermo, ni modo, hay que agarrar el toro por los cuernos y empezar el tratamiento correspondiente. Obviamente, prefiero evitarme esto, así que seguiré comiendo de forma balanceada, durmiendo mis 8 horas en la medida de lo posible, yendo a mis revisiones médicas, haciendo ejercicio (confieso que no soy tan constante, pero no hay opción, tengo que volverme disciplinada) pagando mi seguro de gastos médicos (trabajo de forma independiente, así que no tengo seguridad social) y teniendo bajo control al estrés.

Ahora, esa broma de que las mamás «no tenemos permiso» de enfermarnos, la he digerido mejor y sé que podemos hacer mucho para tener buena salud. Claro que podemos sentirnos mal, faltaba más, pero yo siempre buscaré el estado de bienestar.

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Periodista independiente, editora especializada en temas de bienestar, crianza, maternidad, estilo de vida y gastronomía, mamá de un niño de nueve años, aprendiz de fotógrafa, foodie y apasionada de la música. Sus historias han sido contadas en revistas y sitios como Vanidades, Baby Creysi, La Lista, bbmundo, todobebé, Glamour, Marie Claire, Life & Style, GQ México, Good Housekeeping México, especiales de Milenio y Padres e Hijos.

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